Mucho ha pasado
desde la última vez que escribí en este blog.
Para empezar, mi razón de vivir, mi secuaz, mi compañero inseparable de
aventuras, mi esposo Alfonso, se me fue el 19 de marzo del 2018. Con y como él, todo se volvió cenizas y quedé absolutamente sola, sin planes y con la compañía de mi perra y tres gatos.
Como no me puedo
morir junto con Alf y con mis planes, he dedicado estos casi tres meses a
inventarme juegos para pasar las horas y días que pueden llegar a ser
interminables. ¿Saben cuántos años pasan
entre las 7 de la mañana y las 11 de la noche de un día cualquiera? ¡Aproximadamente cuatro años y siete si se
trata del sábado o el domingo!
Es por eso que le
vuelvo a dar un giro al blog. En este
momento, no relataré los acontecimientos de Venezuela que siguen siendo
pavorosos y desesperanzadores con una hiperinflación que se come cualquier
ingreso en un pestañeo. No, me voy a
dedicar a relatar mis juegos e inventos.
¿Quién sabe si logro ayudar a alguien que esté en mi misma situación?
El sábado
planifiqué un picnic en la terraza, techo, en realidad, de la casa. Con una premeditación digna de cualquier
ladrón de bancos, cronometré todo de manera que pudiera hacer mi picnic justo a
las 6:30 de la tarde, cuando empieza a atardecer y el cielo pasa de rosaduzco a
un azul claro-oscuro. Con suerte a esa
hora salen las primeras estrellas.
Lamentablemente, ese día estaba muy nublado, pero igual tuve mi cielo
rosaduzco.
En la casa hay un
enorme árbol de tamarindo, sembrado por mi mamá hace como mil años y la terraza
se cubre de hojitas rojizas. Allí
coloqué un mantel a cuadros azules y blancos y el festín para el picnic. También puse un cojín o esterilla de mimbre
que compré alguna vez para hacer un picnic con Alf, pero que nunca se dio.
El festín incluía
una deliciosa ensalada, pan de pita, Bin-Bin de postre y Coca-Cola Light para
beber. Igualmente, la preparación de la
ensalada (cuya receta incluyo más adelante) fue absolutamente premeditada. Compré los ingredientes en el mercado de
Chacao y dejé la tocineta friéndose en el horno mientras iba a misa de 5:30, de
modo que al regresar estuviera lista, crujiente y esperándome. Corté todo antes de salir y lo dejé en la
nevera. Pasé por la farmacia y compré el
postre: una bolsa grande de Bin-Bin
multicolores que se pueden disfrutar de uno en uno o muchos a la vez.
Luego, subí con
la bandeja del festín, abrí la puerta que da a la terraza, tendí el mantel y me
senté a disfrutar del atardecer, mientras comía. ¡Fue un
espectáculo maravilloso! Me visitaron
unas guacamayas que iban hacia su casa y el cielo fue pasando de azul clarito
(con algo de gris) a rosaduzco y de allí a azul oscuro. Cuando ya anocheció, aterida de frío, levanté
las cosas y me metí en la casa. ¡Fue una
experiencia maravillosa!
Tengo planeado
otro picnic vespertino para el día de San Juan.
Ya veré qué voy a preparar para entonces.
Ensalada de
aguacate y tocineta
- · Tocineta bien fritica y crujiente (si la meten al horno a 350 durante 20 minutos queda perfecta y sin ensuciar nada, salvo un pedacito de papel de aluminio)
- · Aguacate en trocitos
- · Tomate en trocitos
- · Pepino (yo usé celery porque olvidé comprar el pepino)
- · Cilantro bien picadito
- · Vinagre de arroz (yo usé jugo de limón. Las cosas no están como para estar comprando vinagres de arroz)
·
La
receta original no lleva aceite, pero yo le puse una cucharadita al vinagre.
Mezclar todo muy
bien y servir sobre hojas de lechuga (yo usé rúgula).
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