Hoy, 07 de mayo
mi mamá estaría cumpliendo 100 años.
Pero no quiero hablar de la tristeza y el vacío que deja perder una
mamá; no, quiero enfocarme en todas las cosas que aprendí de un ser que
orgullosamente declaraba que ella no era chef cordon bleu, sino cocinera “mecate”.
Gracias a mi mamá
aprendí que si te montas en una piedra del jardín, te conviertes en Robinson
Crusoe batallando contra un mar embravecido desde tu pedazo de madera que
lograste salvar cuando se hundió el barco.
Esto, traducido a la vida cotidiana es equivalente a buscar a través de
la creatividad y la inventiva el mejor ángulo de las situaciones y sacarles el
provecho más divertido a las cosas más sencillas y los eventos más devastadores.
De mi mamá
aprendí que la mejor manera de evitar las gripes es fortalecer el cuerpo con
paseos bajo la lluvia…Sí, yo sé que eso está reñido con la mayoría de las
opiniones de otras madres, pero mi mamá debe haber tenido razón porque soy muy
sana y solamente me da gripe cada 2 años y no por mojarme precisamente. Eso significa que muchas de nuestras
dolencias no están en el cuerpo, sino en el cerebro y si verdaderamente crees
en algo, se te concederá.
Como gran golosa
que era, mi mamá me enseñó que los caramelos son pequeños regalos y que un
caramelito a tiempo evita catástrofes de toda índole. Es decir, que si vemos la parte dulce de las
situaciones, probablemente, salgamos bien parados. También aprendí que los kilitos de más que ocasiona comer caramelos sirven perfecto para templar las arrugas y mantener la cara joven.
“Las mujeres
tenemos que estar siempre presentables” era el moto de una señora que a sus 86
años no salía de su cuarto sin estar bañada, vestida y maquillada para el día,
así su plan fuera preparar almuerzo o ver TV.
De hecho, la última acción que hizo mi mamá antes de quedarse dormida
para siempre fue ponerse bastante crema antiarrugas en la cara. Eso significa que nunca, independientemente
de lo malo que amenace el día, se debe bajar la guardia porque así la vida no
te esté sonriendo, tú no tienes por qué no sonreír, a lo mejor la vida se
contagia. También me enseñó que nunca
eres demasiado vieja para dejar de lado la coquetería.
Gracias a la
creatividad, el buen humor y el increíble sentido de lo que debe ser la vida,
mi mamá me preparó – tal vez sin saberlo – para el espanto que nos ha tocado
vivir en Venezuela. “Isabel, no te voy a
durar toda la vida, mejor es que te atornilles la cabeza”. Eso me lo repetía ad-infinitum porque su gran
preocupación era que yo, que nací tarde en su vida, quedara huérfana, como
ella. Sin embargo, Dios fue muy
misericordioso conmigo y me permitió gozarla y aprender de ella durante 46 años
de mi vida.
Gorda: estoy
agradecida de haberte tenido como maestra de vida y aprecio todas y cada una de
las lecciones que me enseñaste.
Feliz cumple!
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